Ivonne leyó del libro con velocidad y avidez, pasando de frase en frase y sin dejar atrás ni un ápice de la esencia de la mano de Manuel en cada palabra. Estaba aburrida. Sí, es cierto que reconocía un sutil recurso estilístico aquí y allá, y un guiño del escritor en algún que otro rincón del texto, pero la cháchara propagandística acerca de por qué nacemos carecía de esa magia tan especial que su profesor imprimía en sus clases.
- ¡Qué decepción! –pensó. Ivonne odiaba los libros que se enrollaban mucho sin decir prácticamente nada, aquellos que aburrían en sus primeras hojas. Los libros, según ella, debían ser lo suficientemente buenos como para enganchar desde la primera palabra.
Pero de repente, un escalofrío recorrió su cuerpo, como si toda la lectura de las primeras veinticuatro páginas hubiese llevado un disfraz de propaganda política para adolescentes durante todo el tiempo que llevaba leyendo.
- Hacerse mayor –leyó en voz alta y con una escueta voz ronca- es, como podemos comprobar, el acto de desinvertir el tiempo que antes utilizábamos en planear un mundo mejor para invertirlo en estar de pie en interminables colas a la espera de que algo nos saque de ese mismo mundo que no hemos podido cambiar.
Y sintió como un tren le atropellaba el corazón. Su profesor, sin ella darse cuenta, se había reído de su arrogancia. Parecía como si las primeras 24 páginas no hubieran sido más que un camino hasta esa conclusión tan lapidaria. Esa frase no sólo iluminó a Ivonne, decía muchísimas cosas más de las que había escritas, una frase que le mostraba la tristeza de hacerse mayores pero también la paciencia que se adquiría en el camino y de la cual, como lo había demostrado el libro, ella carecía. La frase hablaba de mirarse a uno mismo en el espejo del alma y de forma consciente comprobar la irresponsabilidad de no traer ese mundo fantástico en todas las acepciones de la palabra a la realidad, era un mensaje para no rendirse nunca.
- Nunca más- Y cerrando la tapa marrón del libro, bajó la escaleras de su casa y, cogiendo las llaves del armario pequeño del pasillo, salió a la calle.
- ¡Mamá, voy a casa de Manuel! ¡Luego vengo!
--- Evangelio según tu puta madre