viernes, 10 de octubre de 2008

Raúl

(Esta continuación a la anterior entrada "Raúl" la ha escrito Swan. Insisto en alentar a todos a que continuéis con las entradas y así convertir este espacio en algo de todos).

Al día siguiente se fue de paseo por la ciudad de Ipanda puesto que no era día de clase. Era miércoles, un perfecto día de descanso situado justo en el medio de la semana para rescatar las energías empleadas. En el camino hacia clases, se limitaba a meter su mente en su mundo, mientras que los días de descanso incorporaba también su cuerpo. Ahí sí que no había prisa, solía jugar a pisar las losas de los mismos colores, si es que las habían, y sino a saltarlas de dos en dos evitando tocar las separaciones.

Raúl era simplemente Raúl. Un tanto excéntrico, algunos le llamaban demente, otros genio, pero las chicas las tenía siempre a sus pies. Siempre las hacía reir. Y la risa, aunque sea breve, hace que las personas se caigan bien. Por ello, el gran punto a favor que tenía Raúl era el tener un inmenso carisma con el cual se ganaba el respeto y simpatía de todos. Claro estaba que a uno un poco más feo y falto de gracia, ya le habrían excluido de todo: el mundo es así...a uno le tratan como le ven.

A menudo observaba la gente...gente desconocida en la que reconocía gestos conocidos. Los gestos de su vieja abuela, las miradas inquisitorias de su madre, y la sonrisa de su vieja amiga. Y así buscaba siempre pedazos de rompecabezas para formar las imágenes de quienes tenía lejos y quería cerca. De repente, una símil voz de su padre le llamó la atención y cambió de rumbo su camino por la ciudad de Ipanda. Era un señor pobre hablando con su perro y su emú. Era absurdo y le recordaba un poco el personaje de Sans famille...

A Rául le fascinaba lo absurdo, se trataba realmente de fascinación. Pero en este caso, la cuestión iba un poco más allá: se percataba que ese hombre era tan puramente un relicto de una especie que Ipanda núnca había conocido. Aunque francamente, lo más absurdo de todo esto, no era el hombre en sí, sino que nadie se escandalizaba, nadie lo veía, nadie veía que había una cara nueva allí. Fue ahí que comprendió ser el único humano en tener la facultad de ver semejante hombre.

Por una vez no había inventado ninguna historia extravagante, la historia había llegado a él, en su día a día. El plan que tenía pensado formar, se esfumó nublado por esta fascinación. Sin embargo, no quiso seguir el hombre, lo dejó ir, tranquilo en su camino, con sus pasos y con su aire, con sus bolsas y sus animales.

El destino le había ofrecido algo diferente que finalmente pudiese estimular su vida. Y como destino es, todo está escrito ya. Maktub. Y si tendría que volverlo a ver, lo vería.

Un reparto oculto de su curiosidad había finalmente despertado. Durante el día pensaba entre las nubes y durante la noche consultaba con su querida almohada de lana. Esa almohada en la que tantos años había reposado su cabeza, habiéndola llevado consigo desde muy temprana edad. Y por ende, guardaba ella todos los sueños que había tenido desde su maravillosa infancia. Era un tesoro muy suave y perfectamente guardado, puesto que nadie jamás habría imaginado lo que se guardaba entre cada nube de lana.

4 comentarios:

Celina Bigdance dijo...

No sé si fué un éxito (mis nuevas palabras) pero exploté y me siento bien...

Este lugar me encanta... Pasaré pronto con calma, realmente espero poder dejar una aportación aquí.

Abrazos.

Menta dijo...

Estoy paseando por tu blog,los poemas que tienes son hermosos,pintan esta tarde gris de santiago.

Un abrazo
Gracias por pasar por mi rincon.

Menta

MAR dijo...

MIS CARIÑOS PARA TI.
MAR

Brenda dijo...

emm no se
jajjaaj

nunca he besado una....

pero cuando lo haga te confirmo

esta bien??

byee

gracias

bonito espacio

xD