Raúl

Justo al lado de la parada aparecieron de repente un policía de esos típicos ingleses de principios del siglo XX y a una señora de mismo corte y tocado. Lo más peculiar de ambas figuras es que carecían de color, estaba en blanco y negro, como las películas. El oficial se giró, la mujer corría acercándose a él rápidamente y señalaba a Raúl. El oficial escuchó lo que decía:

- ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! Que se ha llevado mi ángel de mí y a mí en él. Que me ha dejado la capacidad de perder y la de sentir perder la otra mitad de mi corazón. ¡Al ladrón que me deja una nota socarrona, un guiño, una maldición, un virus agotador de mis ganas de vivir bien y mi tesón! Señor policía, ayúdeme, por favor. 

- ¿Tiene usted su cara? ¿Su rostro? ¿La prueba de ser tal clase de monstruo? 

- Pues, señor policía, ahora que lo dice, la verdad es que no. Sólo sé que un día bailaba con la vida, escribía mi historia y la historia en mi canción, que cantaba la victoria de mi ser ante el ser de este mundo y mi mundo era mejor. Sólo sé que al otro día se fue todo ese fulgor, sólo sé que vi lo que vi sin querer verlo, que una sombra cruzaba la esquina donde mi estima se perdió. Y la perdí, sí. Y mi voz murió con ella, y dije adiós a esa estrella por defender ingenuamente a mi deudor. ¡Señor policía, ahora quiero recuperar lo que se llevó! ¿Va usted a ayudarme? ¿Va usted a coger a quién me robó? ¿A ese ladrón? 

- Perdone señorita, tendrá que esperar. Me temo que no, señorita, me temo que no. Usted verá que estoy ocupado. Supongo que algún día volverá. Claro, claro... ya volverá. 

- Me temo que no, señor suerte, me temo que no.

Raúl, se quedó atónito ante tal diálogo. Se dio la vuelta y quedó congelado. Vio la fracción de una sombra, quizás un zarcillo de pelliza negra que se escapaba girando la esquina. La mujer y el policía lo miraron directamente. Raúl salió corriendo detrás del supuesto ladrón.

Sus piernas se batieron contra el suelo a un ritmo rápido. "¡Tum, tum, tum!", podía escuchar en sus piernas. ¡Tum, tum, tum!", en su corazón. "¡Tum, tum, tum!", podía escuchar los tambores, a lo lejos, en la ciudad, o quizás era en su misma cabeza.

Dio la vuelta a la esquina y...