miércoles, 24 de diciembre de 2008

La ranita arcana dice:

“Ricti, ricti, ricti…” La mecedora en la que la alcahueta se paseaba desde la apatía a la esperanza y vuelta atrás seguía el tempo del reloj de cuco en la pared “Tac, tac, tac…”. Su cabeza agachada continuaba esperando que se abriera la puerta y que una sonrisilla demasiado  grande para su edad le contestara al enigma. Giró su cara hacia la ventana y permaneció así un buen rato, pero nada. Pasaba el tiempo y todo era tan lento, tan lento… tan lento.

 

“¡Dong, dong, dong…!” El reloj sonaba y, en la cabeza de la alcahueta, su eco retumbaba. De repente, todo se hizo oscuro fuera, en el mismo punto donde ella miraba. Cambió de foco visual y todo parecía normal, como vuelto del revés el mundo se le mostraba. O eso creía. Miró a las pesas del reloj, algo vibró en sus ojos que, cansados, volvieron a agacharse con su cabeza sobre la barbilla arrugada.

 

“¡Dong, dong, dong…!” “¿Otra vez? El tiempo, ¿se ha vuelto loco por ir demasiado deprisa o por volver sobre sus pasos?” pensó la alcahueta y volvió a mirar a las pesas del reloj.

 

Encontró a una pequeña ranita azul que se agarraba sonriente a las raíces del tiempo.



"La mentira"

 

Detrás, a mi espalda, él siempre está cuando me siento perseguido. Huyo y sólo en algunos momentos de soledad sé que no está detrás de mí. Ya soy una rana muy vieja, he vivido muchísimo. Hubo una vez en que los seres humanos encontraron el remedio contra la muerte. Sin embargo, la desconfianza hizo que los descubridores se mataran entre sí, uno tras otro. Ironía, ¿verdad, alcahueta? Nada de ironía, allí estaba él presente para sembrar la desconfianza y la ambición entre ellos. Es curioso como cada cosa que dice no existe y, aún así, aprendemos de él como si fuera el maestro más sabio que tenemos. Está presente en todos los aspectos de la realidad y, curiosamente, cada parte de la realidad que nos cuenta no es sino una deformidad de lo que existe, un agujero oscuro. Muchos lo utilizan para ser felices, le dan todos sus errores y faltas, todas esas cosas de las que se avergüenzan para que él las guarde, para que las esconda a sus ojos y a los de los demás. Sin embargo, que estén escondidos no quiere decir que no estén ahí y tarde o temprano les quita esa sábana que los cubre para que vuelvan a sus dueños. Es tan odiado por todos y, aún así, tan utilizado para conseguir la felicidad que parece impresionante que aquellos que la consiguen gracias a él lo repudien como pago por sus servicios. Es un aspecto de la realidad, la única verdad en todo lo que existe, es la respuesta, la respuesta errónea a nuestras decisiones y la más fácil de escoger, es el camino corto, es la tentación en cada decisión, la duda en cada oración, la herramienta del control.

 

“¡Dong, dong, dong…!” El sonido vibró en los ojos de la alcahueta que nuevamente volvió a cambiar su foco visual hacia la hora. La rana se había desvanecido en el acto.

 

La alcahueta miró nuevamente a la ventana. Fuera, la mañana maduraba y se hacía mujer. Faltaba poco para el mediodía. Pensó en la niña sabiondilla porque no sabía, pero intuía… intuía.

 

Agachó la cabeza y una lágrima se resbaló de su mejilla, y un suspiro se escapó de entre sus labios arrugados. “¡Dong, dong, dong…!” El tiempo pasaba rápido y la alcahueta se hacía más y más vieja con él. Cerró los ojos y abrió su enigma…

 

“¿Dónde está la niña sabiondilla?”

 


miércoles, 17 de diciembre de 2008

La alcahueta de los enigmas dice:

"Yendo por un camino
que no había
me quitaron una capa
que no tenía.
Susurro con mi voz
a lo más hondo de tu oído
contándote la realidad
aunque nunca haya existido".



Celia Rivera Gutiérrez
Creo, que soy el viento
que llego y te siento
hablo a tu oído
trayendo la voz del desierto
también la magia del árbol
el sonido de sus hojas
el murmullo de la vida
y también del que se enoja 
y convierto la realidad
en el chisme 
y quizá ese sea el susurro
la intriga y la mentira
pero como aun no se que és
espero me lo diga 
la niña sabihondilla

lunes, 15 de diciembre de 2008

Yuuga

Yuuga ya llevaba viviendo en aquel monasterio el tiempo suficiente como para haberse hecho un hueco en las tareas matutinas. Con el pasar de los días, su capacidad de trabajo era cada vez mayor. Mayor incluso que la de algún que otro monje con años de experiencia en su tarea. Empezaba a ser muy valioso en los huertos y a la hora de reparar cualquier parte del edificio, trabajaba bien, pero, sobre todo, lo hacía muy rápido. Pero lo que más disfrutaba era trabajar en el laboratorio, con el alquimista. Al principio fue muy difícil para él encontrar empatía en el viejo gruñón, pero gracias a las palabras de Miranda, Zlorsh le dejó hacer el trabajo más pesado y aburrido. Miranda era el medio de cohesión entre ellos, y gracias a la relación que ella mantenía con todos, se podría decir que Yuuga empezaba a sentir algo así parecido a lo que entre ellos denominaban “familia”.

 

Aún así, Zlorsh siempre tenía alguna queja con él. La alquimia era algo muy complicado, para lo que se necesitaba mucha inteligencia, cálculo, saber el valor real de las cosas y para eso Yuuga era, quizás, demasiado humano. Zlorsh era como un personaje de otro mundo, pero no sólo en las formas que tenía de hablar o de actuar, o incluso de vestir. Era de verdad un personaje singular, tan lleno de cosas por aprender y cosas tan extravagantes, que nunca un tipo sencillo y apegado a la realidad práctica como Yuuga podría aprenderlas. Eran como las dos caras de una misma moneda, el cerebro en las estrellas y el músculo en los senderos. Tal para cual, y como puede parecer normal, no se llevaban muy bien, pero Yuuga, el nómada sin remedio, el corazón sin muros, los ojos dispuestos hacia el horizonte, consentía un insulto tras otro de la boca de alguien que, simplemente, no entendía cómo era tan difícil no ser especial, ya que él había sido así toda su vida.

 

Era el último día de cosecha del algodón. Pronto llegarían las nieves. Yuuga lo veía venir. Se afanaba en recolectar las últimas parcelas. Quería terminar temprano en la mañana para así poder hace frente a todas las tareas que Zlorsh le tenía preparadas para la tarde. A veces conseguía terminar al caer la noche, otras ni eso. Zlorsh le reprendía duramente cuando esto sucedía. Sus tareas eran muy variadas. Primero debía ir a cortar leña al bosque, llevarla al almacén, guardar los troncos más limpios para Zlorsh, separar los más jóvenes, agujerearlos y hundirlos en grasa para que, según Zlorsh, ardieran más rápida e intensamente. La grasa hacía que la madera ardiera con un fulgor verdoso que siempre dejaba a Yuuga como hipnotizado. Una vez dentro del laboratorio, tenía que poner a hervir agua y mercurio en recipientes separados y en cantidades abundantes. El agua hirviendo nunca debía faltar, y si faltaba, ya se encaraba Zlorsh de amonestar a Yuuga, normalmente con un capón en la cabeza y varios gruñiditos escuetos. Yuuga simplemente no entendía lo que le decía, o mejor dicho, lo que le gruñía. Siempre tenía que estar pendiente de avivar el fuego y de limpiar el horno justo después de usado, mientras todavía estaba caliente.

 

Hacia ya tiempo que su brazo se había curado y, como pago de gratitud, había acordado con la gente del monasterio en que trabajaría hasta que llegara el frío. Yuuga veía venir el final de su estancia allí. Su próximo paso sería conseguir el pago por el hechizo que el gnomo llevó a cabo para llevarlo hasta allí. Empezó a pensar en cómo se lo diría a su nueva familia, pero no encontraba las palabras, así que dejaba pasar un día tras otro.

 

 

― ¡Por fin ha llegado Lüar! ―dijo Miranda abriendo con un aspaviento la puerta del laboratorio y tirando al suelo todos los documentos de Zlorsh. Para sorpresa de Yuuga, Zlorsh no la reprendió por ello. Es más, Zlorsh ya ni siquiera estaba pendiente del laboratorio, pues había salido como una exhalación al oír las palabras de Miranda. Yuuga se quedó solo en la habitación, preguntándose qué acababa de ocurrir. Se limitó a salir del laboratorio, bajar la escalera de espiral y recorrer los pasillos por los que aún todavía se perdía hasta llegar al patio central. Era un hervidero de gente, todos habían salido a recibir a una partida de hombres que no llegaba a ver desde su posición. Mientras se acercaba, pensó:


― Creo que esta noche me va a costar dormir.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Yuuga

Capítulo II

Atardecía. Todo el bosque se llenaba de un color amarillo anaranjado que invitaba a su vida interior a la paz y el sosiego. Soplaba un viento suave y las hojas de los árboles danzaban paulatinas en un gigantesco salón agreste de baile. Se escuchaba la brisa acariciando la piel de las cortezas y silbando por entre el follaje. Pero no sólo se escuchaba este susurro. En sus ramas, millones de aves y pequeños animales cantaban en un singular coro, en homenaje al espíritu comunitario del bosque. Todo el bosque era un ser sentiente, un ser viviente que, susurrándole al cielo en su idioma lento y de mil lenguas, se expresaba con libertad como siempre lo había hecho desde el primer brote. Pero no sólo se escuchaba este susurro.


Pasos. Más que pasos, grandes zancadas. Ramitas crujiendo al ritmo del tum tum, la única respuesta veloz al susurro del bosque. Una melena blanca dando latigazos entre los surcos libres de la espesura, cortando el aire superpoblado de polen. Unos ojos que gritaban de forma salvaje, alabando el curso de la naturaleza que marcaba el ritmo de vida de todo habitante bajo la bóveda verde del bosque. Un corazón que palpitaba demasiado deprisa, unas ansias depredadoras que salían al exterior con el rechinar de unos dientes fuertes y apretados. Ya quedaba poco. El próximo paso debería hacerlo desde el aire. Subió tan alto como pudo y se ayudó de la hospitalidad de los árboles para planear por entre sus brazos. Ya pronto llegaría.

Cuando aterrizó se encontró ante la parte más oscura del bosque. El follaje apenas dejaba entrar los rayos del sol, hacía más frío y todo estaba en silencio. Ahora a paso lento, la verde y curtida figura se internaba en el corazón oscuro del bosque, donde le estaban esperando.


Se acercó a un lago que permanecía en calma, congelado en el tiempo. No se oía nada, no se movía nada, excepto el corazón y los pasos de una figura. Asomándose al lago, echó una mirada amenazante a su reflejo y, sin darse cuenta, se convirtió en el reflejo de otra cosa que lo miraba desde el fondo. Una hermosa figura femenina salió de repente desde el otro lado del espejo, de forma lenta y sin producir ni una sola vibración en el agua. Sus cabellos salían al exterior, áridos y dorados como un desierto y su piel era blanca, muy blanca, como si nunca le hubiese besado un rayo de Sol. Los dos se miraron fijamente y marcaron su territorio. Él sonrió y todo quedó dicho justo antes de caer la noche.

 

Sonó la primera corneta. Pero no sólo se escuchaba este susurro.

viernes, 28 de noviembre de 2008

La niña sabiondilla responde:



- Guarda bajo sus sábanas sus dos cajitas cerradas,

barquitas talladas del arroyo de agua cárdena.

Duermen entre sus manos las esperanzas.

 

Silban en sus oídos los silfos del invierno,

rompen la cáscara de la máscara del averno.

La más cara esencia de los vientos.

 

Anda bajo la nieve de un cielo vespertino

y se encuentra con su imagen en un espejo opalino,

gastada su mirada de tanto jugar con el destino.

 

Grita a las nubes que se desmoronan deshechas

y en su mundo todo cae encima de su cabeza.

Y justo en ese momento encuentra sus dos cajitas abiertas.

 

Y lo comprende todo.

 

Y se vuelca su interior en la mañana

y se rompe un deseo y una joya de alma clara

y nace la incertidumbre y la responsabilidad señala

el camino del día a día de quien por su vida se afana.



- Pero, abuelita, si lo que dice tu adivinanza es así, ¿cómo explicas esto?

- ¡Niña, tira eso! ¡Te tengo dicho que no debes recoger todo lo que te encuentras por ahí!

- Joooooooo abuelitaaaaaaa... bueeeeeno. ¡Adiós, amiguito!


- ¡Ñgahklñrsñ!

miércoles, 26 de noviembre de 2008

La alcahueta de los enigmas dice:



"Dos cajitas de piripipón.
Se abren, se cierran
y no tienen son".

viernes, 7 de noviembre de 2008

La niña sabiondilla responde:


- ¡Abuela! ¡Abuela, abuelita! ¡Ya tengo la respuesta a tu pregunta! Por la noche, unas hadas me la susurraron al oído.

- ¿Ah sí? Y, ¿cuál es, pues, la respuesta?

- Escucha:






"e"

Deseé el presente.
Entré en el germen
de querer crecer
vehementemente,
de leer el temer
del que el demente teme,
de ser decente.

Perder el frente
depende
del referente de fe.

Defender el que pretende
querer ser
es vencerse.
Es crecer,
es crecerse.
Es estremecerse.

"¡Enterré el presente!"
En ese trece
que rece
el que precede el deber,
el que debe perecer,
el que en el querer tener
pertenece.

Desespere el que desee tenerme,
el que reprende,
el que se reste querer,
el que teme perder,
el jefe de este envejecer.

Vence el que mece el querer,
perece el que se cree vencer.

Ese seré.
Tendré,
desde este mes,
tres deberes:

Vencer el temer.
Ver.
Verme en Él.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

La alcahueta de los enigmas dice:


"En medio del cielo estoy
sin ser lucero ni estrella,
sin ser sol ni luna bella.
A ver si aciertas quién soy."










Celia Rivera Gutiérrez
http://rosadeojostiernos.blogspot.com

Amen... quien serás
si en medio de los cielos estas
sin ser lucero ni estrella
ni sol ni luna bella
quizá seas una sirena
que la nave celeste deja
sin albergue en las estelas
a ver a quien atrapas
siendo a veces oscura
y a veces llena de luz bella
o quizá seas mi bendita tierra
donde mis pies se posan en ella
para admirar lo que no eres
observando el sol y la luna bella.



Neverknowsbest

Por ser, no soy ni el aire que respiro,
ni las luciérnagas que veo
cuando te deseo y creo
que giras conmigo si sobre mí giro.
Por ser no soy ni un sátiro,
ni la añoranza de un amigo,
ni el ingrediente azul zafiro
del que están hechos los suspiros.
Por ser no soy ni lo que admiro,
ni sueño, ni quiero, ni lucho, ni prohibo.

Sólo soy lo que con mi forma describo,
sólo lo que la musa susurra y el arte labra.
Sólo soy la palabra, ¿qué digo la palabra?
Soy la letra que en medio del cielo escribo.



Celia Rivera Gutiérrez

Mira lo que hiciste


Al no ser lucero ni estrella
Ni sol ni luna bella
Y estar en el centro del cielo

Hiciste surgir al poeta
Inspirado en tu centro
Pensando que gira contigo
Cuando tu giras

Te resguarda…ci…
Te conduce… lo…
Llevándote de la mono
Para formar lo que sois

Eres su musa celeste
Que su alma impregno
Llenando de colorido
El pulso de Neverknowsbest
Sacando en él al poeta
Que bella poesía escribió

Por algo unes el cielo
Letra e incógnita de ilusión




Azpeitia

Mañana serás estrella,
pasado quizás cometa,
después de andar en la tierra
serás lo que tu mismo quieras.
Poeta de canto limpio,
poeta de tono agreste,
ditirambo en una esquina,
todo lo serás, todo, todo..
menos que pasen sin verte.

martes, 4 de noviembre de 2008

Yuuga


Llegó a los jardines del exterior del palacio y comenzó a ver gente entrar y salir de él, algunos en carrozas tiradas por bueyes o carretillas llenas de bienes de comercio. Le pareció que el lugar estaba mucho más ajetreado de lo que desde lejos aparentaba. Había un patio interior justo al atravesar el portón de la entrada y la mirada de los gigantes que la guardaban. De todas las partes de la ciudad, la gente había llegado para vender enseres y vituallas a los monjes que vivían dentro de palacio, que iban de aquí para allá charlando con los vendedores y comprando fruta, ropa, pergaminos y otras cosas.

Yuuga pidió ayuda para su hombro a uno de los monjes, el cual lo llevó a través de varias habitaciones hasta que llegaron a una sala con una gran escalera de espiral. El monje presionó con su dedo el hombro de Yuuga y señaló a lo alto de la escalera. Yuuga subió y encontró una puerta al final, tocó y entró.

- ¡Entra, entra! -se escuchó desde detrás de la puerta. Yuuga empujó la pesada puerta de madera y hierro oxidado. Al otro lado, unos ojos negros se clavaron en él desde el polvo de n escritorio lleno de planos y cartografías. Le miraron durante una fracción de segundo y luego volvieron a sus quehaceres topográficos.

- ¡Oh, un extranjero! -exclamó una vocecilla chillona y rasgada desde el otro lado de la sala detrás de una especie de laboratorio lleno de matraces, tubos de ensayo y líquidos varios.


- Dígame, si se puede saber, ¿qué motivos le han llevado a situarse a estas alturas del edificio? Siendo un foráneo, dudaría que ha tenido la sagacidad pertinente como para atravesar el mosaico de intrincados pasillos y llegar de primera mano a esta cámara sin ayuda de nadie.

Yuuga se quedó pensando unos segundos, intentando descifrar las palabras que el viejo le había incrustado a propósito en su vulnerabilidad frente a la elocuencia desmesurada. Al ver que Yuuga seguía estancado en la verborrea, la cartógrafa, aún con los ojos en los planos y sin hacer mucho caso de lo que ocurría, le preguntó:

- Perdona, forastero, ¿qué buscas exactamente?
- Verá, me caí y no me gusta como ha quedado mi hombro. Pedí ayuda y me dijeron que subiera hasta aquí.
- Espero no importunarle con el tono utilizado, pero mi tiempo es valioso como el éter. No estoy dispuesto a esmerarme con oficios que no son de mi incumbencia ni agrado, de forma altruista ni para nadie que no es capaz de conectar las formas verbales más básicas con morfemas que distan muy poco de estar dirigidos a personas con capacidades mentales sosegadas.
- ¡Vamos! Te costaría bastante poco echarle una mano.
- Reitero mi directa negativa. Escasea mi predisposición a tratar con mentes tan austeras.
- En fin -la cartógrafa se acercó a Yuuga y le cogió del brazo bueno-, ven por aquí, forastero.

El viejo se quedó mirando con el ceño fruncido y mordiéndose el labio superior mientras los dos se iban a una puerta lateral. Yuuga, antes de dejar la sala, preguntó:

- ¿Cómo te llamas?
- ¿Tanto te interesa? -contestó la chica mirando de reojo y media sonrisa hacia un Yuuga que asentía-... Miranda.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Yuuga

Capítulo I

Yuuga se despertó sobresaltado y jadeando un hálito que se mezclaba con el sudor de todo su cuerpo. Empezó a recordar cómo cayó en aquella oscura caverna. Se tranquilizó, se hizo a la oscuridad y al poco rato consiguió distinguir un extraño fulgor azulado que provenía de las profundidades de aquel lugar. Estaba sucio y cansado, la caída le había regalado unos moratones muy vistosos que le riñeron en su piel cuando intentó levantarse. Paso a paso, se acercó despacio hacia la luz por un camino angosto, lleno de rocas y barro.

Al final de la extraña luz, Yuuga encontró una piedra incrustada en la pared de la caverna. La piedra centelleaba con su luz azul, delatando la presencia de una extraña figura a su lado. Parecía un gnomo, o al menos eso creía distinguir dentro del atuendo extravagante que llevaba puesto, con unas grandes gafas de muchas lentes y un guante que desde su mano izquierda se conectaba a una mochila que el gnomo llevaba a la espalda.


El gnomo saludó y Yuuga se acercó al lugar desde donde la luz emergía y lo bañaba todo. El gnomo hizo un gesto y Yuuga se paró en seco. De repente, canalizó algo de luz desde la piedra hasta sus manos y con ella escribió varias runas en la arena sobre la que pisaba. Las runas comenzaron a hablar, pero no de forma estridente como los sollozos de un niño pequeño, sino que se oían claras, directamenten en los tímpanos de Yuuga.

Yuuga, al oírlas, contestó:
- ¿Puedes llevarme de vuelta a casa? ¿Cómo puedo fiarme de ti, pequeño duende?

Esperó la respuesta que llegó nuevamente a su cabeza. Contestó:
- No. Aunque seas lo que dices ser, no me fio de ti. No sé quién me habla, si tú o tus trucos, pero pide un precio y lo pagaré, y por tu salud procura llevarme sano y salvo exactamente al sitio al que te diga.
-¿Gratis? Eso no existe hoy en día. Pide un precio y haz las cosas bien, o simplemente déjame.


La respuesta se hizo esperar. El gnomo parecía estar durmiendo o en alguna especie de trance extraño. Yuuga se limitó a pensar que era "subnormal, poco más o menos como todo lo relacionado con los gnomos".
- De acuerdo, si eso es lo que quieres, lo tendrás tan pronto como lo consiga. Y ahora, amigo, llévame a casa.

El gnomo se puso las gafas y empezó a hacer círculos con las manos creando un remolino con la luz que irradiaba la piedra azul. De repente, un destello emanó de sus dedos y el remolino estalló. Donde antes la rugosa roca presenciaba el acto, ahora sólo quedaba una especie de espejo azulado. Yuuga se acercó al espejo y dijo:
- ¡Reza para que llegue a casa, o vendré a por ti, engendro!

Al tocarlo, el espejo absorbió a Yuuga, en cuyo mundo colapsó todo en un segundo.


Yuuga volvió a sentir la caída como la había hecho la noche anterior. La diferencia es que ahora también podía notar cómo las ramas de los árboles le arañaban la piel mientras lo amortiguaban. Por cada arañazo, de su garganta se disparaba una maldición dirigida al gnomo y a toda su prole.

Alcanzó una gruesa rama y se asió de ella con firmeza. La rama crujió con el mismo sonido que su brazo. Dos lágrimas lucharon fieramente por escapar de los ojos de Yuuga, quien silenció un rugido mientras intentaba estabilizarse. Cuando llegó al tronco central comenzó a deslizarse los pocos metros que le quedaban antes de llegar al suelo, con un solo brazo por supuesto.


Tras reubicarse el hombro y sollozar durante unos segundos, pensó que quizás sería mejor no utilizar el brazo hasta que estuviera bien. Se levantó y echó un vistazo al grandísimo edificio, parecido a un monasterio, que se erguía lejos de donde estaba. No sabía en qué parte de Ravnica se encontraba pero no quiso quedarse durante mucho tiempo en aquel bosque, así que se dirigió al palacio.

Mientras caminaba, pudo sentir el peso agudo de unos ojos que le observaban desde detrás de la espesura. Ya percibió que aquél lugar no era seguro pero hasta entonces no había sentido la presencia de aquello que, detrás de él, quería asegurarse de que Yuuga salía de su territorio cuanto antes.

viernes, 31 de octubre de 2008

Diálogos internos

Diálogos internos

---Celia Rivera Gutiérrez
http://rosadeojostiernos.blogspot.com/

Diálogos internos
Que no me dejan en paz
Recordante con resentimiento
Por el dolor que me causas

Murmullos de mi mente
Que se repiten una y otra vez
Pidiéndome que me acerque
Y olvide el ayer

Tengo resentimiento
No lo puedo evitar
Así, tú retornaras
No te volvería a aceptar

Las flores y la música
Nada podrán borrar
Con ellos me conquistaste
Y mira lo que dejas

Violines y amatistas
No me permitan caer
De nueva cuenta
En sus brazos como ayer

miércoles, 29 de octubre de 2008

Resentimiento

¿Cinco años ya?

¡Madre mía! ¡Quién me viera!

Pareciera

que cinco años en segundos se van.

En fin, pareciera.


Ando por las mismas calles de antaño,

conociendo cada adoquín,

cada ruido y número en el portón.

¡Qué extraño!

Que sólo sea aquí

donde exista este olor.

Este dulce olor que trae recuerdos

de un pasado mejor,

de un pasado lejano y mejor.

Todo congelado,

conservado,

como en espera.

Como queriendo que el amor volviera.


¡Qué sinsentido! ¡Qué poco apropiado!

Cinco años ya, ¡quién me viera!


A cada paso, una palabra.

A cada rincón, un beso.

Solíamos escondernos de la ciudad y sus habitantes.

¿Será que idealizo lo que ocurrió?

Será… sí, será eso.


No sé si los pasos que oigo son el eco de los míos

o si son los suyos que en cada esquina me esperan,

que andan cinco años por delante de mí y aceleran.

¡Bah! Vaya lío que tienes en la cabeza.

Vaya lío.

Tenía que haber cogido el abrigo que hace frío,

pero me empeñé en llevar su chaqueta.

Tonterías a mis veintiséis ya no pegan.

¡Hay que ser más discreta!


Voy a ir más rápido a ver si lo pillo.

A ver si me lo encuentro esperando en una esquina,

Sorprendiéndome como siempre hacía, el rubillo.

¡Cállate ya! ¡Qué pesado es tu coco cuando imagina!


No lo entiendo.

Te juro que no lo entiendo.

Impotente por no poder controlar ni lo que pienso.

Pero si en realidad te cae mal,

si no supo luchar por ti, el muy cobarde.

¿Por qué entonces te arde

que quieras volverle a hablar?

Por cobarde, ni siquiera sabes por qué acabó.

Por cobarde, te sientes mal contigo cada día.

Por cobarde, el muy cobarde ni sabría

explicarte lo que hace tanto ocurrió.


¡Me pone enferma!

Enfadada y con ilusiones.

¡Mecachis! Me voy a dar la vuelta.

Esta claro que no fue buena idea

volver aquí aunque sea

el único que entendería mis razones.

Es que no lo entiendo,

¡Te juro que no le entiendo!

Que siga pensando en él

después

de que todo aquello ocurriera,

no lo entiendo.


Seguramente creerá

que podrá leerme la mente,

que sigo siendo una niña.

Creerá

que me conseguirá fácilmente.

Iluso.

Pedante.

Pues que se vaya olvidando

porque antes

de que pueda hablar

pienso dejarle claras las cosas.

Verá,

que ya no funcionan,

que nunca más funcionarán

ni la música, ni el paisaje ni las rosas.




Se va a enterar.


Esta casa me suena.

¿He llegado ya?

Qué poco he tardado,

no tengo nada preparado.

En fin, valor que voy a llamar.

¿Estás segura?

No lo tengo tan claro.

¡Bah! ¡Llama ya!


¡Ding Dong!


¡Joder!


¿Y ahora qué hago?

miércoles, 22 de octubre de 2008

Enfado

Rápido,
descuelga el teléfono
antes de olvidarlo.

Árido
mi paladar
al intentar retenerlo.

Sabe ácido.
¡Tan evidente y no supo verlo!

Y por eso te odio irracionalmente,
por quedarme solo,
por ser tan difícil la vida sin ti.
Por quedarme solo.

¡Exprésate boca, que suena el pitido!
Prepara el discurso que vas a soltar.
Me lo hubiese impedido,
de haberlo sabido,
habría esperado unos cinco años más.

¡Mierda! Estos reproches son un infierno,
esta espera, una condena.
Mis voces, mi indecisión.
¡La rabia me quema
mientras espero a que descuelgue el teléfono!

Me harté...

¡No sé resistir!
¡No puedo aguantar!
Quizás me rajé.
La ocasión estaba ahí
y no pude esperar.
Supongo que tendré que volver a morir
esta noche y volver a pensar.
Pensar en lo que hice,
en lo que gané,
en lo que perdí,
otra vez.
Unos cinco años más.
Otros cinco años más.

¡Cada cinco años hablando solo,
sobre lo mismo!
¡Cada cinco meses, en mi cuarto y, sólo
por lo mismo!
¡Cada cinco semanas, cada cinco días, cada cinco horas
pensando en lo mismo!
A rastras por lo mismo.

Cuelga el teléfono.
¡Qué digo cuelga!
¡Arráncalo de la pared!
¡Traga saliva y sacia esa sed!
¡No vale la pena
ni la patada que das a la cama,
ni siquiera tu puño en la pared!
No vale la pena,
no quieres dar pena,
no pienses cejar,
es tu fuerza de voluntad,
es tu empeño...

es tu condena.

¡Ni de coña me rindo!
¡Ni de coña dejo que mi debilidad acabe con ella!
¡Ni de coña me vuelvo a dejar llevar
por el verde, las plumas y las estrellas!

¡Manda huevos tener que recuperar tu ángel!
¡Manda huevos tener respeto por quien lo robó!
¡Manda huevos ser una simple mitad de algo!
¡Manda huevos llevar tanta razón!

Y por eso te odio irracionalmente,
por quedarme solo,
por ser tan difícil la vida sin ti.
Por quedarme solo.





Ya no me importa.

No sé si es la costumbre o las ganas
de querer poder querer.
Y mi suerte no acierta.
Y mi buena intención
por mi odio descubierta.
Mi cabeza harta de tener
lo que no quiere y no poder
querer lo que no quiere
tener.
Otra vez, la misma herida abierta.
Y mi suerte no acierta,
y mi suerte no acierta.

¡Ding Dong!

¡Joder!

¿Llaman a la puerta?

viernes, 10 de octubre de 2008

Raúl

(Esta continuación a la anterior entrada "Raúl" la ha escrito Swan. Insisto en alentar a todos a que continuéis con las entradas y así convertir este espacio en algo de todos).

Al día siguiente se fue de paseo por la ciudad de Ipanda puesto que no era día de clase. Era miércoles, un perfecto día de descanso situado justo en el medio de la semana para rescatar las energías empleadas. En el camino hacia clases, se limitaba a meter su mente en su mundo, mientras que los días de descanso incorporaba también su cuerpo. Ahí sí que no había prisa, solía jugar a pisar las losas de los mismos colores, si es que las habían, y sino a saltarlas de dos en dos evitando tocar las separaciones.

Raúl era simplemente Raúl. Un tanto excéntrico, algunos le llamaban demente, otros genio, pero las chicas las tenía siempre a sus pies. Siempre las hacía reir. Y la risa, aunque sea breve, hace que las personas se caigan bien. Por ello, el gran punto a favor que tenía Raúl era el tener un inmenso carisma con el cual se ganaba el respeto y simpatía de todos. Claro estaba que a uno un poco más feo y falto de gracia, ya le habrían excluido de todo: el mundo es así...a uno le tratan como le ven.

A menudo observaba la gente...gente desconocida en la que reconocía gestos conocidos. Los gestos de su vieja abuela, las miradas inquisitorias de su madre, y la sonrisa de su vieja amiga. Y así buscaba siempre pedazos de rompecabezas para formar las imágenes de quienes tenía lejos y quería cerca. De repente, una símil voz de su padre le llamó la atención y cambió de rumbo su camino por la ciudad de Ipanda. Era un señor pobre hablando con su perro y su emú. Era absurdo y le recordaba un poco el personaje de Sans famille...

A Rául le fascinaba lo absurdo, se trataba realmente de fascinación. Pero en este caso, la cuestión iba un poco más allá: se percataba que ese hombre era tan puramente un relicto de una especie que Ipanda núnca había conocido. Aunque francamente, lo más absurdo de todo esto, no era el hombre en sí, sino que nadie se escandalizaba, nadie lo veía, nadie veía que había una cara nueva allí. Fue ahí que comprendió ser el único humano en tener la facultad de ver semejante hombre.

Por una vez no había inventado ninguna historia extravagante, la historia había llegado a él, en su día a día. El plan que tenía pensado formar, se esfumó nublado por esta fascinación. Sin embargo, no quiso seguir el hombre, lo dejó ir, tranquilo en su camino, con sus pasos y con su aire, con sus bolsas y sus animales.

El destino le había ofrecido algo diferente que finalmente pudiese estimular su vida. Y como destino es, todo está escrito ya. Maktub. Y si tendría que volverlo a ver, lo vería.

Un reparto oculto de su curiosidad había finalmente despertado. Durante el día pensaba entre las nubes y durante la noche consultaba con su querida almohada de lana. Esa almohada en la que tantos años había reposado su cabeza, habiéndola llevado consigo desde muy temprana edad. Y por ende, guardaba ella todos los sueños que había tenido desde su maravillosa infancia. Era un tesoro muy suave y perfectamente guardado, puesto que nadie jamás habría imaginado lo que se guardaba entre cada nube de lana.

jueves, 2 de octubre de 2008

Romance

Esta es mi aportación a un soneto muy bonito que vi en un blog que recomiendo a todas y todos. Una de sus entradas me inspiró, pero el blog entero es bonito.

http://unpoema-unavida.blogspot.com


ROMANCE

Al igual que un incierto concertista
que en la noche interpreta una sonata,
el cielo se ha vestido de amatista
y en invierno descarga su tocata.

Musitas a mi oído, cual solfista,
los versos que embriagan como nata
y yo cual aprendiz de sonetista
te recité un relámpago escarlata.

Me amparas, delicada violinista,
y la lluvia se vuelve serenata
que deleita a este amor seminarista.

Cada vez que te miro se desata
vendaval de pasión romanticista
que nos lleva hasta el cielo, donde mata.
--Olga San Isidro--



Toca mis palabras en tu piano
y haz fluir por mi piel tu melodía.
Construyamos las vigas de armonía
de esta dulce pieza a cuatro manos.
Alzando un glissando regalamos
al cielo nuestro mágico rondó.
Deseo salir de mi boca en La menor
y entrar al Do mayor en anacrusa
cogido de tu violín y de mi musa
y un beso haciendo coda en la canción.

--Neverknowsbest--


lunes, 29 de septiembre de 2008

Ansias de amor

Hoy hablé con el silencio,
mi mar de respuestas.
Cada gota de oscuridad palpa,
ardiendo,
el filo de tu voz,
clavada
en mi pecho.

Hoy hablé con el silencio
y sin hablar hoy me muestra
la verdad que me ilumina,
el vacío que crece
muriendo.
La alegría de ganarte
se ha deshecho.

Hoy hablé con el silencio.
¡Luz, que a mis ojos llegas
cantando fresca en la mañana
el pregón de lo que pierdo
aprendiendo!
El silencio es lo que calló mi corazón
insatisfecho.

sábado, 30 de agosto de 2008

Poemilla

Víctor los domingos por la noche busca estrellas,
piensa que en el cielo están solas aunque parezcan tan bellas.
Víctor escucha pasos a su espalda como sermones de vieja
y odia que el amor lo ponga tan nervioso cuando habla con ella.

Víctor siente respeto por lo que le hace ver la botella
y siente cariño por quien se preocupa de lo que sienta.
Víctor no es culpable porque su alma le tiembla
de no poder ser lo que desearía a quien le regala la luna llena.

Víctor juega con el espejo al juego de las prendas,
al "¡Yo te quiero y te necesito pero esta vida te encierra!".
Víctor busca la sonrisa de vez en cuando a quien le hace la cena,
y puede recitar luz en prosa cuando lee poesía negra.

Víctor no quiere creer ni en los horarios ni en las fechas,
pero cuadricularía su día a día si la vida una Victoria le diera.
Víctor no necesita mucho para que la felicidad lo envuelva,
pero por muy poco que sea no lo encuentra tras la niebla.

Víctor cuando habla se ahoga en sus palabras y en su pena,
y le da otro mordisco al chocolate porque la rabia le quema,
porque es destruirse lo que hace para no sentir esa tristeza,
porque es asco de lo que cuando se ve tan débil su alma se llena.

Víctor tiene un cajón donde guarda sus herramientas,
para sentir y para soñar y para crear obras maestras.
Víctor tiene la capacidad de ser todo aquello que quiera
pero le faltan razones para mostrarse y un público que lo entienda.

Víctor revive recuerdos cuando anda bajo la tormenta
y tiene mil cosas que esperar de todos y nadie que le espera.
Víctor tiene la verdad sobre lo que la gente cuenta.
Víctor tiene la verdad para muchas cosas aunque nadie le crea.

Víctor tiene fuerza y dedicación para quien sea quien las quiera.
Víctor busca la verdad de lo que la vida le enseña.
Víctor ahora está feliz porque le acompaña una borrachera.
Y, ¿qué más da?
Si Víctor seguirá solo cuando el Mañana lo vea,

salvo que la noche se haga cruces y no quiera
o sienta esos brazos amantes que le esperan
para no estar solo, para no estar sin ella.

sábado, 16 de agosto de 2008

Dedicado

Abre los ojos y despierta en tu cama.
Serena, rozan tus dedos tu frente mojada,
tus labios, tu piel aterciopelada.
Puedes sentir, vivir, soñar,
reir, abrazar la almohada.

Calla,
calla,
calla.

Miras adentro, al mar de tu nuca
tu mente,
tu luna sagrada,
el limbo del que eres esclava.

Calla,
calla,
calla.

¿Lo oyes?
Sí, a lo lejos, ¿lo oyes?
Tu mente no engaña,
tu destino te grita
escondido
entre tus entrañas.

Calla,
calla,
calla.

Se acerca.
No quieres pero se acerca.
Lo tienes dentro,
quiere salir de ti...
aunque te tenga atrapada.

Calla,
calla,
calla.

Y escucha...

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Tic-toc
Tic-toc
Tic-toc

¡Salta! ¡Corre!
Huye del sonido,
del canto enfermizo
que produce tu reloj.

- ¿Por qué se hunden en mis manos?
¿Por qué?
Como estátuas de arena,
se deshacen entre mis dedos,
mis sueños,
mis hijos,
mis deseos.

¡Yo sólo quiero rozar con mis manos tu pecho,
cada noche!
Tocar sus frentes y sonreirles,
cuidar mis plantas,
salir, construir, ver, mostrar.
Quiero parir mis ideas,
crearlas,
cuidarlas,
antes de que el reloj las vea.

Quiero quitarle al reloj un instante,
una nueva fotografía,
un nuevo "¡Yo!",
un nuevo día,
antes de que los mate.

Tic-toc
Tic-toc

¡Maldito reloj!
¡Bacalao!
Hoy se acabaron las lágrimas,
pues ya no me quedan.
Hoy toca luchar con rabia,
matar al cocodrilo.
Toca descubrir, estudiar,
vivir el amor puro,
antes de que el reloj
me quite del garfio el futuro.


Tic-toc

Buscar una solución.

Tic-toc

Vivir mi revolución,
amasarla en mis diarios,
besar con mis labios
los labios del amor.

Calla,
calla,
calla.

Estoy serena.

Tic-toc
Tic-toc

- ¿Ya estás aquí?
Llegas tarde.
Te esperaba quinientos dolores antes.
Nunca te tuve tan cerca.

Tic-toc
Tic-toc
Tic-toc
Tic-toc

¡Calla!
El tiempo apremia,
si de esta no salgo,
si estoy viendo
mi última primavera,
no voy a esperar sentada mi "tic-toc",
sino vivir esta mañana
como si fuese la primera.

Saltar de la cama,
correr a la ventana,
observar la ciudad
en su edad
más temprana.

Llegar a esta noche,
actuar sin reproches,
ganarme un nuevo mañana.

Tic-toc
Tic-toc

Hoy volví a escaparme de ti maldito reloj,

Tic-toc
Tic-toc

y espérate,

porque me llevo un día más,

y me llevaré más,

Tic-toc
Tic-toc
Tic-toc
Tic-toc

Espérate,
espérate a mañana
maldito reloj.

Y calla,
calla,
calla.

viernes, 15 de agosto de 2008

Yuuga


Yuuga felt again the sense of falling as he did the night before. This time he also felt the tips of the branches scratching his skin while cushioning him. For each scratch, a curse bursted from his throat aiming to the gnome and all his kin.

He caught a thick branch and held it tightly. The branch creaked with the same sound as his arm. Two tears struggled to scape from Yuuga's eyes, and he muted a roar while trying to stabilize. He reached the trunk and started going down the few metres left to the ground, with only one arm of course.

He relocated his shoulder and cried for a few seconds. He thought he should not use his left arm until it was alright. He stood up and took a look at the huge church-like building standing far in front of him. He didn't know in which part of Ravnica he was but he thought he better not stay very long in that forest, so he made his way to the palace.

As he walked, he felt the weight of sharp eyes looking at him from the vegetation. He already noticed that obscure place was not safe but he hadn't sensed the presence of someone or something right behind him, like making sure Yuuga stepped out of its territory as soon as possible.

He reached the gardens of the palace and started seeing people going in and out of the building, some driving oxen homes or little carts full of goods to sell. The place looked much more hectic
than he saw from far away. There was a yard just as he passed the entrance door and several giants keeping it. Inside, there was a market. People from all parts of the city had come to show their goods to the priests inside the palace, which strolled around chatting with the sellers and buying fruits, clothes, scrolls and other stuff.

Yuuga asked a priest for help with his arm. The priest took him trough several rooms until they reached one with a tall spiral staircase. He poked his shoulder and pointed at the end of the stairs. Yuuga went up the stairs and found a door at the end. He knocked and opened it.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Cristales rotos

Te llevas toda una vida haciendo las cosas como crees que se deben hacer.
A veces ganas, otras pierdes.
Pero cuando pierdes,
¿por qué siempre lo ves como un fracaso monumental?

Hacemos las cosas según nuestros valores nos dictan,
y creémos en lo que hacemos.
Cuando algo sale mal, aunque lo haces según tus valores, te cabreas.
Y la próxima vez te volverás a cabrear
porque será igual,
la misma acción cortada por los mismo patrones,
patrones de acción que no cambian nunca.

Vuelves a tener fe,
luchas otra vez,
pierdes otra vez,
sufres otra vez.
Pero no cambias, no quieres cambiar, te niegas a ello.
Son tus valores,
eres tú,
y si no crees en ellos,
en ti,
¿entonces quién?

Por eso siempre somos cabezotas,
siempre pensamos que llevamos razón,
"nuestra" razón.
Y así,
golpe tras otro, golpe tras otro,
aunque se rompa lo que somos,
golpe tras otro, golpe tras otro.
Aunque fracasemos,
golpe tras otro, golpe tras otro.
Nuestro autoestima roto,
nuestros ojos rotos
por dentro,
golpe tras otro, golpe tras otro.
Es inevitable.

Luego llega el momento de revelación.
Cuando pasa el tiempo,
ves que llevas razón,
¡ven! que llevas razón,
la gente pide disculpas por no haberte hecho caso,
recoges los frutos de tu "hacer bien las cosas",
y, de repente,
todo a tu alrededor
parece darte las gracias por ser tan tozudo,
gracias tras gracias,
golpe tras otro.

Y es en ese pasar de los años que te das cuenta:
"¿De qué te sirve ya?"
Gracias tras gracias y golpe tras otro,
llegas por las noches a tu cama,
cierras los ojos
y te miras en tu espejo.

Golpe tras otro,
golpe tras otro.
Tu imagen hecha pedazos por los golpes,
mientras te miras en un espejo roto.

¡Qué asco de mundo que no me hace caso cuando digo las cosas!

Al final

Sacrifiqué mi personalidad por la amistad,
la amistad por el amor,
el amor por el trabajo...

Al final, fue mi personalidad lo que no podía cambiar, porque es lo único que queda.

Eso,
y la familia.

jueves, 7 de agosto de 2008

Yuuga

The gnome waved and Yuuga approached the place which was bathed in a shiny blue shade. The gnome made a sign and Yuuga stopped where he was. Suddenly he gathered light from the stone and held it in his hands, he wrote some runes in the sand of the place where he was and suddenly the runes started to talk, but not babbling like a child, they sounded straight into Yuuga's ears.
Yuuga replied:
- Can you bring me back home? How could I trust you little hobgoblin?
He waited for the response:
- No I don't, I do not trust you little one, even if you are. I do not mind who's talking, you or your magic, just ask for the price and I'll pay for it, and be sure you bring me back safely and exactly at the place I ask you for.
- There is no free anything nowadays, so just ask for it or leave me be.
He waited for a response a long time. The gnome seemed to be sleeping or in some kind of trance. Yuuga thought he was just "stupidly silly, very much like all gnomes do".
- Ok, if that's what you want I'll make sure you get your payment as soon as I get my hands on it. Now bring me back home, mattey.
The gnome suddenly put his googles on and started waving his hands one against the other making a whirlpool of light out of the magic from the stone. Suddenly, a flush of light started to emanate from his fingers and the whirlpool exploded. Where once was a rock, there suddenly appeared a blue mirror screen. Yuuga approache it and said:
- Pray you get me home, or I'll come back for you, you little freak.
At his touch, the mirror turned into a vacuum and suddenly everything collapsed in Yuuga's world.



lunes, 4 de agosto de 2008

Raúl

Raúl despetó de repente en su cama. Las sábanas de franela llenas de sangre le relataron en un segundo que su operación de nariz no estaba del todo curada. Se quedó un rato haciendo dibujos con las irregularidades de las paredes de gotelé. Le encantaba hacer esas cosas. Se levantó con parsimonia, se aseó y preparó el desayuno y la cartera para ir a la universidad. Siempre llegaba tarde a clase, pero le encantaba ir pensando en un montón de cosas inútiles en el camino, para él la vida era mucho más importante que llegar a tiempo a una clase en la que los primeros cinco minutos no iba a hacer nada de todas formas. Raúl era del típico que se encontraba muchas veces haciendo algo de forma inconsciente. Muchas veces hablando solo, otras riéndose solo, otras actuando como si alguien lo estuviese mirando por un resquicio de la puerta. Él era así, su voluntad de trabajo exánime debido a sus deseos de dejar libre su mente de las tareas y las obligaciones del mundo terrenal. Total, tampoco era de los que necesitara guardarlo como un secreto. Fue un chico popular desde el primer día. Al parecer le resultó bastante guapo para un grupo de chicas de su clase que se atrevieron a presentarse y conocerlo el primer día. Él no tiene nada que decir que puedan interesarle a ellas, ellas piensan de él lo mejor mientras no salga nada de su boca que lo delate. Era un buen trato.

Pero su aburrimiento en un mundo tan hecho a priori, tan esquematizado, tan igual para todos y, por lo tanto, dentro del que él ya tenía su papel que representar, es lo que le quemaba los sesos todas las noches cuando visitaba a su almohada de lana. ¿Cómo podría cambiar esa situación? Poco a poco un plan se formaba en su cabeza.

domingo, 3 de agosto de 2008

Yuuga

Yuuga suddenly woke up. Shocked and soaking in sweating gasps, he remembered he fell down to that cave-like pit. In the beginning he didn't quite see anything but as he grew aware of his situation he noticed a blue glow coming from somewhere in the dark place. Dirty, bruised and punished by the fall, he managed to stand up and made his way to the light step by step throughtout the rocks and the mud.

What he found was a glittering blue stone embedded in the rock and a strange little gnome-like figure next to it. That gnome was dressed in a very shiny and weird costume, with big googles and a strange glove connected to his back by a thick tube.

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Yuuga se despertó sobresaltado y jadeando un hálito que se mezclaba con el sudor de todo su cuerpo. Empezó a recordar cómo cayó en aquella oscura caverna. Se tranquilizó, se hizo a la oscuridad y al poco rato consiguió distinguir un extraño fulgor azulado que provenía de las profundidades de aquel lugar. Estaba sucio y cansado, la caída le había regalado unos moratones muy vistosos que le riñeron en su piel cuando intentó levantarse. Paso a paso, se acercó despacio hacia la luz por un camino angosto, lleno de piedras y barro.

Al final de la extraña luz, Yuuga encontró una piedra incrustada en la pared de la caverna. La piedra centelleaba con su luz azul, delatando la presencia de una extraña figura a su lado. Parecía un gnomo, o al menos eso creía distinguir dentro del atuendo extravagante que llevaba puesto, con unas grandes gafas de muchas lentes y un guante que desde su mano izquierda se conectaba a una mochila que el gnomo llevaba a la espalda.

A rage cry born real... Akroma.

Ixidor was alone now. Banished into the wastes by the Cabal for his failure in the pit fights, he didn’t even have the strength for tears. He had lost everything: his money, his dreams, and most painfully of all, his one love, Nivea, slain at the hands of the cruel Phage. All that was left was himself, his thoughts, and the infinite seas of sand.
He didn’t know how long he lay there, unmoving. He wasn’t conscious of the movement of the sun, the passing of time. His thoughts and consciousness seemed to flicker out, then renew themselves, more than once. All he knew throughout was his pain. And as an artist, he knew only one way to let out pain: creation.
As he gathered his strength and began his work, he already knew something was different this time. There was his renewed strength, for one. There was also the brightness of the images in his mind, red-hot and flaring, alive almost from the moment he conceived them. But most of all, there was the rage, burnt into every inch of his being. Rage against the Cabal, against the fates, and especially against Phage…. His limbs moved with almost supernatural speed, twitching and shivering with the pent-up anger animating his once frail form. He could feel a scream well up inside him, a scream that encompassed all of this heat inside him, but no sound would be sufficient. He worked, faster and faster, sweat running down his face, almost blinding. He pushed that scream into his arms, his hands, his fingertips, as they pushed and prodded at the very fabric of reality. He pushed and pushed until the scream began to ring in his ears, at first soft, but increasing in volume and pitch until it threatened to shut out the rest of the world and leave him deaf, forever leaving that cry echoing through his brain.
A wisp of heat tickled his face, and he looked up. The scream was real, all right, and it was coming from the throat of the figure floating before him, a figure that had not been there moments before, framed by the setting sun. She was beautiful, glorious, her face twisted in a frenzied anger, her every muscle bursting with that glorious rage, dying to release it all on a wicked world.


sábado, 2 de agosto de 2008

El dinero sólo puede comprar las respuestas de los problemas que crea.

La muerte está tan segura de su victoria que nos da toda una vida de ventaja.

Hay quien sueña todas las noches con su destino y hay quien se levanta todas las mañanas para forjárselo.

Si tus palabras no van a sonar mejor que el silencio, cállate.

Si la vida te da la espalda, tócale el culo.

Da igual cómo seas, sabes qué significa ser bueno, otra cosa es que aceptes la responsabilidad.

viernes, 1 de agosto de 2008

A la mañana siguiente

A la mañana siguiente
silba el jilguero en su rama,
tilda en el cielo sus alas,
pinta en tu cuerpo mis ganas.

A la mañana siguiente
caza en tus pechos mi espada.
nada en tu pelo mi barca,
traza en tus miedos la calma.

A la mañana siguiente
de nuestro principio.